jueves, 21 de abril de 2011

Coincidentia Oppositorum: el Misterio de la Totalidad y su Manifiesto



El concepto de coincidencia oppositorum es un intento del ser humano de trascender su situación actual que lo hace sentir “separado de algo” que está más allá de él mismo: un estado primordial o fuerza mayor del que gozaba antes de  aparecer la noción de espacio-tiempo; es el intento de redimir la “caída” en el sentido de separación de esa totalidad donde la multiplicidad de contrarios que coexisten sin conflictos se encuentra en un estado paradójico de unidad. Es el deseo innato e inherente al hombre el que lo obliga a intentar concebir los opuestos como aspectos complementarios y tratar de acercarse al misterio de la Realidad Última. De ahí que el espíritu del mal puede revelarse como incitador del bien, mientras que los demonios pueden aparecer como aspectos ocultos o nocturnos de los dioses. Vemos que el misterio de la totalidad forma parte necesaria de la vida del ser humano, camina junto al hombre a través de la historia y se expresa bajo múltiples aspectos, desarrollándose en niveles diferentes de la vida cultural del hombre: ya sea teología mística, filosofía, folklore, mitología o arte moderno. Podemos ver una relación entre la experiencia de la divinidad como una luz mística y la androginia divina: en ambos estados se trascienden las paradojas de contrarios en el plano terrenal, se otorgan la sabiduría y el dominio sobre los opuestos (conocimiento chamánico); ambas experiencias o conceptos están en relación con la autosuficiencia y creatividad, siendo además la fuente inagotable de recursos que se renueva a sí misma, lo cual da un acceso a la inmortalidad, ya que lo conecta al hombre, contingente por naturaleza, con su orígen atemporal y por ende imperecedero. 

El Mito del Andrógino

El mito del andrógino es uno de los mitos más antiguos y extendidos en la historia de la humanidad. La idea de la bisexualidad universal como consecuencia de la bisexualidad divina en tanto que modelo y principio de toda existencia se extiende desde los mitos tradicionales más antiguos y está presente en la literatura occidental del s. XIX; las doctrinas místicas como la cábala y la alquimia se basan en la idea de Dios como un ser completo e indivisible.
 El mito del andrógino ha sido revivido en el s. XIX por H. de Balzac en su novela “Seráfita”, un personaje homónimo considerado como imagen ejemplar del hombre perfecto, ya que no se ve condicionado por su propio destino y es un ser distinto al resto de la sociedad: hay un lazo amoroso de su parte tanto con un hombre (que lo ve como una mujer, Seráfita) como con una mujer que lo considera un hombre, Seráfitus. Como todo ser completo, Seráfitus-Seráfita poseía el intelecto muy desarrollado y sus facultades mentales sobrepasaban a las de los mortales. Lo que más le diferencia del resto de la gente es el propósito de su vida: el andrógino vive para purificarse y para amar, su vida tiene un propósito completamente espiritual y la perfección de este amor es llegar a amar realmente y conjuntamente a dos seres de sexos opuestos. “El andrógino de Balzac ama a dos seres perfectamente individualizados; se mantiene, pues, en lo concreto, en la vida. No es aquí, sobre la tierra, un ángel; es un hombre perfecto, esto es, un “ser total” (ídem, p. 125).
La significación metafísica del “hombre perfecto”, el motivo central de la obra de Balzac, se degrada y acaba por perderse en la segunda mitad del s. XIX, convirtiéndose en un hermafroditismo mórbido. Como dice Eliade, nos encontramos aquí en presencia de una degradación del símbolo (ídem, 126), ya que no se trata más de una plenitud debida a la fusión de sexos opuestos, sino de una superabundancia de posibilidades en el plano erótico, una supuesta perfección sensual como resultado de la presencia activa de los dos sexos.
Si bien, en la antigüedad el hermafrodita representaba una situación ideal que se intentaba actualizar de forma ritual, el hermafrodita concreto estaba considerado como una aberración de la naturaleza y era eliminado al nacer; lo cual demuestra que únicamente el andrógino ritual constituía un modelo ejemplar por implicar simbólicamente la totalidad de las potencias mágico-religiosas de ambos sexos y no una mera acumulación de órganos anatómicos.
  Escoto Erígena sostenía una doctrina centrada sobre la unidad primitiva del ser humano, siendo la separación de los sexos parte de un proceso cósmico y una consecuencia del pecado. La separación tiene que llegar a su fin mediante la reunificación del hombre que será seguida por la unión escatológica de la tierra y el paraíso. “…la reunión de las sustancias debe comenzar por el hombre y proseguir hasta llegar de nuevo a todos los planos del ser, incluido Dios” (ídem, p. 131). Según la doctrina de Máximo el Confesor en la cual se basó Escoto, Cristo ha anticipado dicha reintegración final, habiendo unificado los dos sexos en su propia naturaleza y al resucitar no era “ni varón ni hembra, aunque nació y murió como varón” (ídem, p.132). El Logos era también andrógino y la reintegración final tendría lugar en Jesús, hijo de María.
En varios midrashim se lo presenta a Adán como un andrógino originario: según el Bereshit rabba “Adán y Eva fueron hechos espalda contra espalda y unidos por los hombros; después Dios los separó de un hachazo, dividiéndoles en dos. Existen otras opiniones: el primer hombre (Adán) era hombre en su mitad derecha y mujer en su mitad izquierda; pero Dios dividió las dos mitades” (ídem, p. 132). Mientras que según las enseñanzas de Simón el Mago, el espíritu primordial era llamado arsénothélys, es decir “varón-hembra” y no era sino una correspondencia celeste  reflejada en el arquetipo de Adán terrestre.
  La androginia también es atestiguada en el Evangelio de Tomás que está teñido por el misticismo del cristianismo naciente. Allí vemos como Jesús se dirige a sus discípulos diciéndoles: “¡Cuándo convertiréis a los dos (seres) en uno, y cúando haréis lo de dentro igual a lo de fuera y lo de fuera igual a lo de dentro, y lo alto igual a lo bajo! Cuando consigáis que el varón y la hembra sean uno solo, a fin de que varón no sea ya varón y la hembra no sea hembra, entonces entraréis en el Reino” (ídem, p.134). Otros dichos atribuidos a Jesús hacen una clara referencia a la androginia: “Cuando hagáis que los dos sean uno os convertiréis en hijos del hombre, y si decís “¡Montaña, desplázate!”, ella se desplazará” (ídem). En el Nuevo Testamento, Gálatas 3, 28 leemos: “Ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni hombre libre, ni varón ni hembra; porque todos vosotros no sois más que en Cristo Jesús” (ídem). Según el Evangelio de Filipo, la creación de los sexos o la creación de Eva, separada del cuerpo de Adán, fue el principio de la muerte: “Cristo ha venido para restablecer lo que estuvo así (separado) al principio y para unir de nuevo a los dos. ¡A los que están muertos por encontrarse separados les devolverá la vida al reunirlos!” (ídem, p. 135). También San Pablo y el Evangelio de Juan consideraban la androginia entre las características de la perfección espiritual. En Grecia encontramos concepciones semejantes: en el Banquete de Platón se describe al hombre primitivo como un ser bisexuado y de forma esférica, resaltando de esa manera su totalidad y perfección.
  Como ya habíamos dicho, el arquetipo del hombre andrógino terrestre tiene su correspondencia y origen en la androginia celeste o divina; todo lo que es debe ser total, reuniendo la coincidencia oppositorum en todos los niveles y contextos. Eso se refleja en los ritos de androginización y en la androginia de los dioses, lo cual inevitablemente deriva de una cosmogonía concebida como una totalidad primordial o un huevo cosmogónico. Tanto esa Realidad Última como la imagen de plenitud que presentan las divinidades incitan al hombre a aproximarse a esta perfección mediante ritos o técnicas místicas de reintegración.
La bisexualidad es uno de los atributos principales de la divinidad; podemos constatarlo en las teogonías griegas más antiguas donde los seres divinos neutros o femeninos engendraban por sí solos. Debido a que el hombre siempre tratará de imitar a la divinidad, vemos ya en los mitos de Heracles, héroe viril por excelencia, su cambio de vestidos con Omfalia. Según las demostraciones de Marie Delcourt, este rito era considerado como “promotor de salud, la juventud, el vigor, la duración del ser humano e incluso como si confiriese una especie de perennidad” (ídem, p. 138). Encontramos más presencia de divinidades con características bisexuales: en Chipre se veneraba una Afrodita barbuda llamada Afroditas, mientras que en Italia a una Venus calva; de Esquilo vemos que Dionisos era el dios bisexuado por excelencia: “¿De dónde vienes tú, hombre-mujer, y cuál es tu patria? ¿Qué clase de vestido es el tuyo?” (ídem). Podemos mencionar otras divinidades andróginas del sincretismo, como la Gran Madre frigia y los seres bisexuados que ésta alumbra, Agditis y Misé; o la figura de Hermafrodita, que tomó consistencia tardíamente, hacia los siglos IV o III. La mayor parte de las divinidades de la vegetación y de la fertilidad son bisexuados debido a las funciones que cumplen. En ciertos casos, las divinidades agrícolas son consideradas un año como varones y como hembras al año siguiente. Numerosas divinidades eran llamadas “padre y madre”, con lo cual se aludía tanto a su plenitud como a sus potencias creadoras y de autogénesis.  
No nos podemos ocupar de las divinidades andróginas mencionadas en otras religiones; se las encuentra también en religiones complejas y evolucionadas. Tuisto, el primer hombre de la mitología germana, era también bisexuado; su nombre es etimológicamente solidario del término noruego antiguo tvistr “bipartito”, del védico dvis, del latín bis, etc. Otra variante de representar a la androginia divina es por medio de una pareja de gemelos, como Yama y su hermana Yami en la India o Yima y Yimagh en el Irán.
Como ya habíamos dicho, todos los mitos de la androginia divina y del hombre primordial bisexuado representan modelos ejemplares para el comportamiento humano, lo cual se expresa en la andoginización ritual con fines múltiples. Por ejemplo, en numerosas poblaciones primitivas, la iniciación de la pubertad implica la androginización previa del neófito. En ciertas tribus australianas se le realiza al neófito una subincisión iniciática que conlleva el simbolismo de un órgano sexual femenino. No se puede acceder a un modo de ser particular (eso es, convertirse en un varón adulto) sin antes haber conocido la coexistencia de los sexos. La androginia iniciática también se representa muchas veces bajo el disfraz de los muchachos en muchachas y viceversa, como sucede por ejemplo, en la Polinesia y en ciertas tribus africanas. Del mismo modo, la desnudez ritual así como las prácticas homosexuales durante las iniciaciones, pueden tener una explicación similar: el desarrollo de ambos sexos por parte de los neófitos.
En cuanto a las prácticas de intercambio intersexual de vestimenta, encontramos múltiples ejemplos en Grecia antigua: “En Esparta, la que tiene a su cargo arreglar a la joven esposa le afeita la cabeza, le pone calzado y vestidos masculinos…En Argos, la casada se pone una falsa barba para la noche de bodas…En Cos, es el marido el que se viste con ropa femenina para recibir a su mujer” (ídem, p. 143).
Ya habíamos mencionado la relación entre la androginia y la abundancia agrícola: los mismos intercambios de vestimenta se practicaban en Grecia en ciertas ceremonias dionisíacas; lo mismo sucedía durante el carnaval o en las fiestas de primavera en Europa, e igualmente en diversas ceremonias agrícolas en la India, Persia y otras regiones de Asia. Con el rito de intercambio de vestimenta lo que se pretendía es lograr una trascendencia de una situación particular, concreta e histórica; poder salir de sí mismo y volver a reintegrarse a una situación original transhumana y transhistórica, una situación de paradoja imposible de mantener en la duración profana del tiempo histórico concreto, con el fin de restaurar periódicamente la plenitud y potencia creadora iniciales. La inversión de los comportamientos implica la confusión total de los valores y constituye la base de todo ritual orgiástico. Se puede decir que los disfraces intersexuales están relacionados con las orgías ceremoniales que tienen la misma finalidad: reintegración de los contrarios y regresión a la fuente primordial. En suma, se trata de la restauración simbólica del caos, de la unidad no diferenciada precedente a la creación y por ende se trata de una regeneración gracias al acrecentamiento de la potencia primordial. Con este fin se realizaban las orgías rituales en beneficio de las cosechas o para la ocasión del nuevo año, asegurando en primer caso, la fertilidad agrícola, y en el segundo- simbolizando el retorno al caos precosmogónico con el fin de una nueva creación. En ambos casos se trata de una totalización por androginia simbólica con el objetivo de asegurar un nuevo comienzo: ya sea de la vida sexual y cultural marcada por la iniciación, ya sea el año nuevo, la primavera o una nueva cosecha. Vemos otra vez la relación entre la androginia y la plenitud de las potencias de coincidencia oppositorum, ya que comenzar una cosa significa, de alguna manera, crear dicha cosa y por lo tanto, poder manipular una gran reserva de fuerzas sagradas y creadoras.
Podemos dar un ejemplo dentro del chamanismo siberiano, donde el chamán llega a poseer simbólicamente los dos sexos: su ropaje se adorna con símbolos femeninos y, en ciertos casos, el chamán trata de imitar el comportamiento de las mujeres. También se conocen ejemplos de chamanismo donde la bisexualidad se lleva a cabo ritualmente, ya que el chamán se conduce como una mujer, se viste con vestidos femeninos y, a veces, toma un marido. Dicho acto de bisexualidad ritual se considera  a la vez como un intercambio con los espíritus, un signo de espiritualidad por parte del chamán y como una fuente de potencia sagrada, ya que dentro de la propia persona del chamán se realiza una hierogamia entre dos principios polares, con el fin de restaurar simbólicamente la unidad del cielo y de la tierra, y a su vez asegurar de esta manera la comunicación entre los dioses y los hombres.
  Dentro del tantra, la realidad absoluta, el Urgrund, reúne en sí misma todas las dualidades y polaridades dentro de la unidad absoluta o advaja. La creación se produce a partir de la ruptura de esa unidad primordial en dos principios polares básicos que forman parte de toda existencia condicionada, representados por Siva y Sakti. El fin último del tántrico es reunir ambos principios polares en su propio cuerpo y en consecuencia, liberarse del sufrimiento, ilusión y de la esclavitud. Cuando la Sakti, que duerme bajo la forma de una serpiente enroscada (kundalini) en la base del cóccix, es despertada por ciertas técnicas yóguicas, atraviesa el canal central situado en la columna vertebral (susumna nadi) y los cakras ubicados a lo largo del mismo, y se remonta hasta la más superior de ellas (sahasrara cakra) donde se encuentra la morada de Siva, y donde se produce la unión entre ambos principios. Esta unión de la pareja divina en el interior del cuerpo del yogui lo transforma en una especie de andrógino, pero es importante aclarar aquí que la androginización es solo uno de los aspectos dentro del proceso general de la unión de los opuestos. De hecho, los textos tántricos mencionan un gran número de “parejas de contrarios” que es preciso unir, pero todas ellas se remontan a la pareja primordial de Siva-Sakti: es necesario unificar el sol y la luna, los dos canales internos ida y pingala, relacionados a su vez con las luminarias, dos hálitos vitales prana y apana, es decir la inhalación y la exhalación, y sobre todo es preciso unificar a prajna (la sabiduría) y upaya (medio para alcanzarla); sunya (el vacío) y karuna (compasión). El Hervaja tantra habla del estado de “dos en uno” cuando el elemento femenino se transforma en principio masculino. La misma unión de contrarios corresponde a una coexistencia paradójica de samsara y nirvana: “No hay nirvana fuera del samsara” (Hervaja tantra, II, IV, 32, ídem, p. 150). Según las enseñanzas de ciertas escuelas tántricas, el samsara es accesible especialmente a través del maithuna o unión sexual ritualizada que se caracteriza principalmente por la detención de las tres funciones principales del ser humano: la respiración, la emisión seminal y el pensamiento. En este caso, la unificación de los contrarios está en relación con la detención de los procesos biosomáticos y del flujo psicomental. Durante la realización de las prácticas tántricas el yogui es equiparado a la vez a un cosmos y a un panteón, ya que encarna en su propio cuerpo tanto a Siva y a Sakti como a otras múltiples divinidades, reducidas en el fondo a la pareja arquetípica primordial. Dicha unión realizada en el interior del yogui lo lleva a la liberación de los ritmos y las leyes cósmicas, ya que para él el universo deja de existir. Abolir el cosmos es una manera de decir que se ha trascendido toda situación condicionada y se ha accedido a una situación de no-dualidad y por lo tanto de libertad. “Se da un retorno al origen, pero con la diferencia de que jivan mukta o “liberado en vida” no recupera automáticamente la situación “dada”, sino que integra la plenitud original luego de haber instaurado este modo de ser inédito y paradójico: el conocimiento de la libertad, no existente en ninguna parte del cosmos, ni en los niveles de vida, ni en los niveles de la “divinidad mitológica” (los devas), y sólo existente en el Ser supremo, Ísvara” (ídem, p. 152). En el caso de jivan mukta se da una paradoja, ya que este continúa existiendo en el cosmos pero ya no está condicionado por las leyes del mismo y ya no pertenece al cosmos. Por lo tanto dicho estado paradójico del “liberado en vida” se expresa en imágenes y símbolos contradictorios, cuya característica principal es la movilidad, juego y bilocación, ya que deben aludir a la libertad y movimiento continuo. La contradicción del simbolismo por un lado activa este movimiento y por otro permite abolir los contrarios y alcanzar un estado incondicionado de conciencia. “El síndrome escatológico por excelencia, el signo de que el tiempo y la historia han tocado a su fin, está representado por el cordero cerca del león y el niño jugando con la víbora…el paraíso es recuperado” (ídem, p.154). Se trata de un mundo paradójico, libre y perfecto ya que se encuentra exento de tensiones y conflictos que definen todo universo.

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